Hoy tenía previsto hacer uno de esos textos con los que suelo dormir a los atrevidos que se acercan a la zona de publicaciones de mi web. Ya sabéis, contar algo sobre psicología, dar mi opinión sobre lo que es tal o cual cosa…
Pero nada más levantarme he conocido la triste noticia de Julen. El niño que cayó hace ya días por un estrecho pozo en la localidad malagueña de Totalán.
He de confesaros que la primera idea ha sido intentar acercaros, a través de una publicación, los objetivos que los grupos de psicólogos suelen intentar manejar en este tipo de circunstancias. Pero al final he decidido dejar esta parte para una publicación posterior. Nada que no sea despedida, nada que no hable de lo ocurrido estos últimos días hasta llegar al fatal desenlace.
Julen se ha marchado y el dolor, enorme en sus mas allegados y compartido por casi todos, no será fácil de manejar. Es difícil hacerse cargo de la dimensión de este padecimiento. Hace un tiempo leí, que el fallecimiento de un hijo es una experiencia tan dolorosa, tan terrible que ni siquiera, al menos en castellano, existe una palabra para definir a quienes le sobreviven. Los hijos que sobreviven a sus padres son huérfanos, pero le resulta tan antinatural a nuestra mente, tan desoladora la situación inversa, que parece negarse incluso a tener una palabra con la que nombrar a los padres que pierden un hijo, a los padres de Julen.
Espero que la compañía de tantas personas durante estos días les haya servido de consuelo y ayuda, me gustaría que les haya podido llegar la empatía, la compasión de tantos otros que desde la lejanía hemos estado siguiendo el complicado rescate desde el día de su caída al pozo.
Se que sólo es un deseo, pero ojalá sean capaces de encontrar en sus vidas caminos valiosos que les permitan transitar por su existencia, por los años que les quedan por vivir, dirigiéndose hacia algún lado y no solo huyendo del tremendo dolor que ahora sienten.
No creo que les sirva de consuelo, pero la muerte de Julen no ha sido sólo eso. Seguramente ellos no puedan tomar la perspectiva necesaria hoy, pero la muerte de Julen no ha sido solo dolor. La muerte de Julen ha sido muchas otras cosas más.
El accidente de Julen fue capaz hace unos días, de hacer despertar las mejores emociones humanas. Créanme que no estoy sentado en la silla de la ingenuidad, como en cada evento vital extraordinario, algún buitre ha dejado ver sus plumas negras en este rio revuelto, pero han sido pocos, y no creo que sean los protagonistas de nada.
Desde el primer día la solidaridad, la compasión, el esfuerzo común, la ayuda, la empatía, la acción desinteresada se hicieron presentes, estuvieron ahí. Solo había un objetivo y todo se ha ido haciendo buscando el mejor desenlace. No tardarán en salir los que crean que algo se pudo hacer de otra manera y quizá puedan aportar luz para mejorar qué hacer en el futuro si la desgracia quiere que algo parecido vuelva a ocurrir. No obstante no estoy intentando mirar hacia los procedimientos, de los que no tengo la menor idea, sino hacia las intenciones y mi percepción es que parecen haber sido un ejemplo en muchos sentidos.
La lista de voluntades implicadas es enorme, desde los vecinos de Totalán, pasando por todos los cuerpos especialistas en distintas disciplinas (bomberos, guardia civil, ingenieros, mineros, psicólogos, etc.) que “textualmente” han movido montañas para lograr encontrar a Julen cuanto antes.
Julen también ha provocado todo esto, centenares de seres humanos saliendo de sus caparazones para ponerse a trabajar en un objetivo común… porque otro ser humano débil e indefenso los necesitaba. Muchas personas dejando sus provechos personales para colaborar desinteresada, solidaria y humildemente para llegar a tiempo.
Hoy nos hemos levantado sabiendo que no ha sido posible, que por fin los mineros asturianos encontraron el cuerpo de Julen, pero estaba sin vida. La autopsia dará datos de cuándo y cómo ocurrió todo. Pero sea como fuere nada podrá arrebatar a Julen su capacidad para movilizar tantos esfuerzos desinteresados, nada ni nadie podrá arrebatar a Julen la oportunidad que ha ofrecido a cientos de personas de demostrar que el ser humano también puede ser así de grande.