Primer round: tanteando al oponente
Hola de nuevo.
Una vez más me encuentro dispuesto a entrar en terrenos pantanosos, voy a dedicar esta publicación a hablar de un término que ha adquirido fama y notoriedad en los últimos tiempos gracias al mindfulness y a las terapias de tercera generación: La aceptación
Si nos vamos a la descripción de la RAE, en su segunda acepción de la versión on line dice: aprobación o aplauso, y en la primera: acción y efecto de aceptar. Siguiendo el hilo definitorio consultamos aceptar y allí se puede leer (omito la quinta acepción por referirse a cuestiones contables que nada tienen que ver con el propósito de este post):
tr. Recibir voluntariamente o sin oposición lo que se da, ofrece o encarga.
tr. Aprobar, dar por bueno, acceder a algo.
tr. Recibir o dar entrada. No se aceptó la enmienda.
tr. Asumir resignadamente un sacrificio, molestia o privación.
Y a pesar de que las tres primeras acepciones podrían sernos de utilidad…
En la primera habla de recibir voluntariamente y sin oposición lo que se da, ofrece o encarga y a pesar de que parece hablar de tangibles, de recibir cosas, si ampliamos el concepto de las cosas recibidas a todas aquellas que la vida nos da u ofrece, sería una definición aproximada, aunque todavía superficial o imprecisa al menos para algunas de las terapias de tercera generación, de lo que, para éstas, supone el término aceptación.
En la segunda habla de aprobar, dar por bueno, acceder a algo y aquí parece introducir un elemento de juicio con respecto a ese algo. Si en la primera nos encontramos con una acción, una actitud, una intención, aquí para aceptar ya precisamos elementos de juicio para determinar qué es bueno y qué no lo es y nos encontramos con el problema (bueno, uno de ellos, claro) de que todos esos elementos de juicio que vamos a aplicar son reglas verbales que hemos ido adquiriendo de forma arbitraria (cultural, familiar e históricamente vital mediante).
En la tercera volvemos a tener una acción “recibir o dar entrada”, se trataría de algo así como “registrar” (aunque después en la aclaración “no se aceptó la enmienda” en realidad no parece que únicamente haga falta “anotar” o “registrar” la enmienda sino que se requieren más procesos previos pare decidir si se ejecuta o no la acción y es ahí donde reside más el acto de aceptar que en el mero hecho de “dar entrada”). No obstante, si nos ceñimos a esa acción de “registrar” aquello que sucede, de “dar entrada” a los acontecimientos vitales eliminando los juicios “intermedios” también tendría cierto valor para el objetivo que nos compete (solo “cierto” valor en cuanto que la acción es pasiva y como veremos más adelante la aceptación que se propone en las terapias de tercera generación dista mucho de ser pasiva).
La cuarta acepción se separa enormemente tanto de la definición que resulta terapéuticamente útil, como, a mi modo de ver, de la primera de las acepciones descritas.
En ésta última definición nos habla de asumir resignadamente un sacrificio, molestia o privación y aquí la clave está en la “resignación” que esta acción precisa. Volvemos a la versión on line del diccionario de la RAE y define resignación de la siguiente manera:
f. Entrega voluntaria que alguien hace de sí poniéndose en las manos y voluntad de otra persona.
f. Renuncia de un beneficio eclesiástico.
f. Conformidad, tolerancia y paciencia en las adversidades.
Mi experiencia es que, para el público en general, el término resignación está asociado semánticamente al de aceptación (como suelen decir repetidamente, la RAE únicamente recoge el uso de los términos) y también que la acepción mayoritaria de la resignación está relacionada con la entrega (más bien pérdida o abandono) de la voluntad, teniendo por tanto un significado negativo que cuando se adhiere a la palabra aceptación, dificulta enormemente su uso terapéutico.
Será preciso pues, acotar la definición de la palabra aceptación de tal manera que pueda servirnos para asociarla a una actitud útil y valiosa ante la vida y sus devenires no siempre fáciles de digerir.
En cualquier caso ha de ser una definición que se aleje del término resignación, el cual al menos terapéuticamente hablando, resulta ser un oponente habitualmente difícil de soslayar cuando se plantea en una sesión.
Pero esto será en la próxima publicación…